Google Maps no solo te guía, también podría estar manipulando tu forma de pensar

Estamos tan acostumbrados a usar Google Maps que ya ni pensamos en ello. Lo abrimos, buscamos una dirección, seguimos la ruta y llegamos. Pero, ¿y si esta app tan práctica estuviera haciendo algo más que llevarnos de un sitio a otro? ¿Y si también estuviera influyendo en cómo vemos el mundo?
Esta pregunta puede parecer exagerada al principio, pero si miramos con más detalle lo que está pasando, la cosa cambia. Recientes decisiones como cambiar el nombre del “Golfo de México” por “Golfo de América” han encendido las alarmas. Y no solo por el cambio en sí, sino porque Google ha empezado a eliminar comentarios negativos sobre estos temas. ¿Casualidad? ¿O un intento de controlar cómo percibimos la realidad?
¿De verdad una app puede cambiar lo que pensamos?
La clave de todo está en un concepto conocido como cognición extendida. Esta teoría, propuesta por filósofos como Andy Clark y David Chalmers, dice que cuando usamos una herramienta digital a diario (como el móvil o una app), esta se convierte en una extensión de nuestra mente. Es decir, no solo usamos Google Maps para orientarnos: delegamos en él nuestra memoria, nuestra capacidad de decisión y hasta nuestra percepción espacial.
Piénsalo. Antes te sabías de memoria cómo llegar a ciertos sitios. Ahora lo dejas todo en manos del GPS. Es cómodo, claro. Pero esa comodidad también puede volverse en nuestra contra. Porque si confiamos ciegamente en lo que vemos en la pantalla, acabamos asumiendo como verdad lo que nos enseña, sin cuestionarlo.
Y ahí es donde entran los peligros. Si Google decide cambiar el nombre de un lugar o eliminar opiniones que no le convienen, puede moldear nuestra forma de ver el mundo sin que ni siquiera nos demos cuenta.
La manipulación pasiva es más real de lo que creemos
Este tipo de influencia no es nueva. Lo que pasa es que ahora la vivimos en el bolsillo. Lo llaman influencia pasiva, y funciona a través de la repetición. Cuanto más ves algo, más te acostumbras a ello, hasta que lo asumes como normal. Como ver el “Golfo de América” en el mapa una y otra vez. Al principio te choca, luego te acostumbras… y un día lo nombras tú mismo sin pensarlo.
El problema no es solo ese cambio en concreto. El problema es que nos están acostumbrando a aceptar sin preguntar, porque confiamos en la herramienta. Google Maps tiene más de mil millones de usuarios activos al mes. Y si modifica la información que ofrece sin transparencia, está redibujando el mapa mental colectivo, y con ello, nuestras ideas.
Además, si encima elimina las opiniones que critican estos cambios, crea una falsa sensación de consenso. Y esto ya no es ayuda: es manipulación encubierta.
¿Qué podemos hacer como usuarios?
Lo primero es ser conscientes. No se trata de dejar de usar Google Maps, pero sí de mirar con otros ojos lo que nos muestra. Si algo cambia, pregúntate por qué. Contrasta la información. Y, sobre todo, no dejes que ninguna app piense por ti.
También es buena idea revisar tus hábitos digitales. Si usas mucho el móvil para todo, prueba a volver a confiar un poco más en tu intuición, tu memoria y tu capacidad de observación. Las herramientas están para ayudarte, no para sustituirte.
Como dijo alguien, externalizar el pensamiento es fácil, pero también lo es olvidar quién piensa por ti. No perdamos esa capacidad crítica, porque si dejamos que otros dibujen el mapa, puede que un día no sepamos ni dónde estamos.